Ciencia
¿Puede el cannabis ayudarte a beber menos alcohol?
Descubren qué hay de cierto en la ‘sobriedad californiana’
Ciudad de México.- ¿Y si dejar la copa por un porro fuera el auténtico truco para beber menos? Una nueva tendencia arrasa entre famosos y no tan famosos —y ahora la ciencia le pone datos. Descubre cómo el cannabis podría estar cambiando las reglas del consumo de alcohol y por qué todo el mundo habla de la ‘sobriedad californiana’.
¿QUÉ ES LA TENDENCIA DENOMINADA ‘SOBRIEDAD CALIFORNIANA’?
La tendencia ‘sobriedad californiana’, que consiste en sustituir el alcohol por cannabis, está ganando popularidad y se está extendiendo desde Hollywood a los influencers del bienestar y a hogares de todo Estados Unidos. Entre las motivaciones de muchos de quienes la adoptan se encuentra la reducción del consumo de alcohol, y un nuevo estudio sobre el efecto causal del cannabis en el consumo de alcohol sugiere que fumar mariguana podría llevar a las personas a beber menos, al menos a corto plazo.
El primer ensayo aleatorizado y controlado con placebo que evalúa si el consumo de cannabis modifica directamente el consumo de alcohol, realizado por la Universidad de Brown (Estados Unidos) concluye que el cannabis redujo el deseo de beber en el momento, disminuyó la cantidad de alcohol consumida durante un periodo de dos horas e incluso retrasó el momento en que las personas comenzaron a beber una vez que el alcohol estuvo disponible.
Publicado en el American ‘Journal of Psychiatry’, este nuevo estudio, a diferencia de investigaciones anteriores que se basaban en encuestas o asociaciones autoinformadas, permitió a los científicos medir la causalidad en condiciones de laboratorio controladas.
“Nuestros hallazgos coincidieron con la idea del efecto de sustitución popularizada por la tendencia de la sobriedad en California”, informa Jane Metrik, profesora de ciencias sociales y del comportamiento, así como de psiquiatría y comportamiento humano en la Universidad de Brown. “En lugar de observar que el cannabis aumentaba las ansias de consumir alcohol y el consumo en sí, observamos lo contrario”.
El ensayo incluyó a 157 adultos, de entre 21 y 44 años, que consumen alcohol en exceso y cannabis al menos dos veces por semana. Durante tres visitas distintas al laboratorio, cada participante fumó cigarrillos de cannabis con niveles bajos o altos de THC, el principal ingrediente psicoactivo de la marihuana, o un placebo. Los ensayos controlados con placebo, en los que ni los investigadores ni los participantes saben quién recibe el placebo o el fármaco real, se consideran el método de referencia para determinar los factores que influyen en el comportamiento, según Metrik, quien está afiliado a la Escuela de Salud Pública de Brown.
En qué consiste el estudio
Tras fumar, los participantes realizaron la Tarea de Elección de Alcohol, una prueba de laboratorio bien establecida sobre el comportamiento de consumo de alcohol, que el equipo llevó a cabo en una sala diseñada para simular un bar. Se les ofreció a los participantes su bebida alcohólica preferida en una bandeja y podían elegir entre beber o recibir una pequeña compensación económica por cada bebida que rechazaran. Las compensaciones eran deliberadamente pequeñas para ofrecer una alternativa sutil al consumo de alcohol sin influir significativamente en las decisiones de los participantes.
Durante cada sesión de dos horas, se les proporcionó suficiente alcohol para elevar su nivel de alcoholemia a aproximadamente el 0,10%, lo que supera el límite legal de intoxicación en muchos estados.
Los investigadores descubrieron que, al fumar cannabis con THC, los participantes consumían menos alcohol que al fumar el placebo. Por ejemplo, al fumar la dosis más baja de THC (3,1%), bebieron aproximadamente un 19% menos que al consumir el placebo. Al fumar cannabis con la dosis más alta de THC (7,2%), bebieron aproximadamente un 27% menos.
Tras fumar cannabis con dosis activas de THC, los participantes reportaron menos ganas de beber que al fumar un cigarrillo placebo. Al fumar cannabis con una dosis de THC del 7,2%, tardaron significativamente más en dar el primer sorbo que al recibir el placebo. “Observamos que el cannabis reduce el deseo en el momento”, apunta Metrik. “Lo que no sabemos a partir de este estudio es cuál es el efecto a largo plazo”.
LOS RESULTADOS NO IMPLICAN QUE DEBA RECOMENDARSE EL CANNABIS
Los investigadores advierten que los resultados del estudio no implican que deba recomendarse el cannabis como sustituto terapéutico del alcohol. Así, hacen hincapié en que el cannabis puede ser adictivo y que, al igual que con el alcohol, existe el riesgo de desarrollar un consumo problemático. Los autores también señalan que aún no está claro si la misma reducción en el consumo de alcohol se mantendría en entornos del mundo real, donde las personas beben socialmente o consumen cannabis de mayor potencia.
No obstante, el consumo de cannabis suele ir acompañado de problemas con el alcohol; de hecho, cerca del 60% de las personas con trastorno por consumo de cannabis también cumplen con los criterios para el trastorno por consumo de alcohol. Los investigadores advierten que el riesgo de que el consumo de cannabis aumente el consumo de alcohol es mayor para quienes suelen combinar cannabis y alcohol para potenciar sus efectos o si los consumen juntos en reuniones sociales.
Para abordar estos factores, el equipo está llevando a cabo un nuevo ensayo clínico financiado por los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) que explora qué sucede cuando se consumen cannabis y alcohol juntos, no solo de forma secuencial, y cómo los diferentes cannabinoides, como el THC y el CBD, pueden influir en el consumo de alcohol tanto en el laboratorio como en condiciones reales.
Por ahora, el estudio proporciona evidencia preliminar de que el cannabis puede reducir el consumo de alcohol en el laboratorio, pero se necesitan más estudios antes de que el cannabis pueda considerarse una herramienta para ayudar a las personas a reducir o dejar de beber por completo. “Nuestro trabajo como investigadores es seguir respondiendo a estas preguntas”, finaliza Metrik. “Todavía no podemos decirle a nadie: ‘Deberías usar cannabis como sustituto del consumo problemático o excesivo de alcohol'”.
Agencias
Ciencia
Gymtimidación: cuando ir al gimnasio nos da vergüenza
Cómo conseguir que la vergüenza y el pudor no ganen la partida
Ciudad de México.- Muchas veces tachamos de vagos a quienes no acuden al gimnasio, pero detrás de ese porcentaje de personas que creemos sedentarias se encuentra un grupo que entrena en casa -cosa que está muy bien- porque sienten vergüenza si van a un centro de entrenamiento. A esto se le conoce como gymtimidación y es más común de lo que parece.
Para muchos, la idea de ir al gimnasio puede generar una sensación de vergüenza o incomodidad. La inseguridad de no estar a la altura de los demás, el temor de ser observado o juzgado y la presión de seguir un estándar físico que no siempre se tiene minan la autoestima de muchos. Estos temores pueden ser paralizantes, y en lugar de ver el gimnasio como un lugar de mejora personal, se convierte en un espacio cargado de ansiedad. Además, puede disminuir la motivación e incluso conseguir que la persona no vuelva al gimnasio.
Pero cabe destacar que no afecta a todos, afecta principalmente a quienes se inician en la práctica de hacer ejercicio en el gimnasio.
Cuando la vergüenza toma las riendas
¿Puede la vergüenza llevarnos a no realizar planes que nos apetecen? La respuesta es afirmativa y, como decimos, está a la orden del día. La psicóloga Alicia González, en colaboración con los gimnasios Planet Fitness, indica que «la vergüenza es una emoción social que nos dice: ‘No hagas nada que pueda exponerte o dejarte en evidencia’, y cuando aparece, no solo nos hace dudar, también nos bloquea».
«Podemos acabar evitando planes que realmente queremos, como ir al gimnasio, apuntarnos a una clase nueva o quedar con gente. La vergüenza no nos protege, nos limita. Lo que podríamos tratar de hacer es actuar a pesar de ella y demostrarle que lo que tememos, en realidad no ocurre», cuenta la experta.
La gymtimidation, tal como la define Alicia González, nos afecta porque convierte el gimnasio en un escenario en el que sentimos que estamos siendo evaluados: «Aumenta la autoconciencia (sentimos que todo el mundo nos mira) baja la autoestima y activa comparaciones constantes. El resultado es ansiedad, vergüenza y ganas de evitar el gimnasio aunque sepamos que nos vendría bien», comenta.
Cómo superar la ‘gymtimidación’
La clave es exponerse poco a poco y cambiar la narrativa interna. Siguiendo el consejo de Alicia González, «todos hemos sido principiantes y nadie nace sabiendo». En el gimnasio la gente está centrada en sí misma, no juzgando a los demás. Para muchos, es su momento de autocuidado del día y de desconexión. Empezar con ejercicios simples, pedir una pequeña orientación, ir acompañada o elegir horarios tranquilos ayuda muchísimo. Y sobre todo: cambiar el foco del «qué pensarán» al «qué me hace bien a mí».
Por tanto, superarla implica reconocer que todas las personas, sin excepción, empezaron desde cero. También ayuda elegir gimnasios con ambientes más amigables, entrenar con amigos, recibir asesoría inicial o usar audífonos para concentrarse en el propio proceso. Lo más importante es recordar que el gimnasio es un lugar para mejorar la salud y el bienestar personal, no una competencia ni un escenario de juicio.
Algunos consejos prácticos, según la psicóloga Yaiza Hellwig:
– Empezar poco a poco: elegir horarios menos concurridos para ganar confianza.
– Prepararse con antelación: llevar planificada la rutina, así reducimos la sensación de «no saber qué hacer».
– Cambiar el foco: en vez de pensar ‘me están mirando’, centrarse en la respiración, en la música o en el propio movimiento.
– Reformular la vergüenza: entender que sentirse torpe al inicio es normal, no un defecto.
Agencias
Ciencia
Alimentos que aportan más colágeno
Ciudad de México.- Más allá de una tendencia de belleza, consumir colágeno es esencial para mantener la piel, las articulaciones y otros tejidos perfectas condiciones. Con el paso del tiempo, su producción natural disminuye, lo que puede provocar cambios visibles en el cuerpo.
Sin embargo, en lugar de recurrir a suplementos o procedimientos estéticos, llevar una alimentación adecuada puede ayudar a estimular su formación. Aquí te damos las mejores opciones para integrar a tus comidas.
¿Cómo se ve la falta de colágeno en el cuerpo?
El colágeno, de acuerdo con un artículo de la Cleveland Clinic, es una proteína presente en los músculos, huesos, tendones, ligamentos, órganos, vasos sanguíneos, piel, revestimiento intestinal, cabello y, prácticamente, en todos los tejidos conectivos del cuerpo.
Al ser la proteína más abundante del organismo, su estructura fibrosa permite la formación del tejido conectivo. Y aunque el cuerpo lo produce de manera natural, su síntesis disminuye con la edad y también se ve afectada por factores como la exposición al sol, el tabaquismo, el consumo elevado de alcohol, la falta de sueño y de actividad física.
El mismo artículo de la Cleveland Clinic puntualiza que la deficiencia de colágeno se manifiesta visual y físicamente con síntomas como:
• Arrugas y piel con apariencia de papel.
• Tendones y ligamentos rígidos y poco flexibles.
• Pérdida de masa muscular y debilidad.
• Dolor articular u osteoartritis por desgaste del cartílago.
• Problemas gastrointestinales asociados al adelgazamiento de la mucosa del tracto digestivo.
Las personas que comienzan a notar estos cambios suelen recurrir a suplementos o intervenciones estéticas. No obstante, la alimentación es el primer paso para favorecer la producción de colágeno.
¿Qué alimentos ricos en colágeno?
El colágeno se encuentra principalmente en alimentos de origen animal, como la carne y el pescado, debido a su contenido de tejido conectivo, señala el sitio de salud The Nutrition Source de la Universidad de Harvard.
Si buscas ideas para consumirlo, abajo te dejamos opciones deliciosas:
Caldo de huesos
Considerado un infaltable cuando se busca favorecer la síntesis de colágeno, el caldo de huesos es rico en tejido conectivo.
De acuerdo con el sitio médico Health, al cocinar lentamente los huesos y cartílagos de res, pollo o pescado, su colágeno se descompone y se transforma en gelatina, lo que da como resultado un caldo nutritivo que puede beberse solo o combinarse en sopas y guisados.
Alimentos con proteínas
Los alimentos ricos en proteína también favorecen la producción de colágeno, según información de la Cleveland Clinic:
• Res: Rica en colágeno tipo I y tipo III, contribuye a la firmeza de la piel y a la estructura de músculos y huesos.
• Pollo: Aporta colágeno tipo II, asociado con la salud de cartílagos y articulaciones, útil para personas con desgaste articular.
• Mariscos: El colágeno marino, principalmente de tipo I, favorece la elasticidad de la piel y la reparación de huesos y tendones.
• Huevos: Las claras son ricas en prolina, un aminoácido clave para la formación de colágeno.
• Lácteos (leche, queso y yogur): Contribuyen a la proteína y aminoácidos que el cuerpo utiliza para sintetizar colágeno.
Cítricos y frutas con vitamina C
La vitamina C es indispensable para producir colágeno, por lo que incluir estos alimentos beneficia al proceso:
• Frutas cítricas como naranja, toronja, limón y mandarina.
• Pimientos rojos y verdes.
• Tomates y jugo de tomate.
• Verduras de hoja verde oscura como brócoli, col rizada, coles de Bruselas y espinaca.
Alientos con zinc
De igual manera, el zinc participa en la reparación de tejidos y en la activación de enzimas que producen colágeno. Puedes obtenerlo al consumir:
• Ostras y mariscos.
• Carnes rojas y pollo.
• Frijoles y garbanzos.
• Semillas de calabaza, ajonjolí y frutos secos como almendras o nueces.
Si tu dieta es equilibrada y te aporta suficientes proteínas, vitamina C y zinc, es probable que tu cuerpo tenga lo necesario para producir colágeno.
Tal como lo señalan diversas instituciones de salud, una alimentación balanceada es suficiente para mantener funcionando la piel, músculos y articulaciones.
Agencias
Ciencia
¿Por qué bostezamos? Seguramente no sea por la razón que crees
Dado que, literalmente, hemos crecido con ellos, sabemos sorprendentemente poco sobre cómo funcionan nuestros cuerpos
Ciudad de México.- Todos los vertebrados bostezan o realizan un comportamiento que, como mínimo, se puede considerar similar al bostezo. Los babuinos bostezan, pero también lo hacen los orangutanes, que son semisolitarios. Los periquitos, los pingüinos y los cocodrilos bostezan, y probablemente también lo hicieran los primeros peces con mandíbula. Hasta hace relativamente poco, el propósito del bostezo no estaba claro, y sigue siendo objeto de debate entre investigadores y científicos.
Pero esta característica común nos da una pista sobre su verdadero significado, y probablemente no sea lo que esperas. “Cuando hago una encuesta y pregunto: ”¿Por qué crees que bostezamos?“, la mayoría de la gente sugiere que tiene que ver con la respiración y que de alguna manera podría aumentar el oxígeno en la sangre”, dice Andrew Gallup, profesor de biología conductual en la Universidad Johns Hopkins.
“Y eso es intuitivo, porque la mayoría de los bostezos tienen este claro componente respiratorio, esta profunda inhalación de aire. Sin embargo, lo que la mayoría de la gente no sabe es que esa hipótesis se ha comprobado explícitamente y se ha demostrado que es falsa”.
Para comprobar la idea de que bostezamos para introducir más oxígeno o expulsar el exceso de dióxido de carbono, unos estudios publicados en la década de 1980 manipularon los niveles de ambos gases en el aire inhalado por voluntarios, y descubrieron que, aunque los cambios sí afectaban de manera significativa a otros procesos respiratorios, no influían en la regularidad de los bostezos. Tampoco parece haber ninguna diferencia sistemáticamente medible en el comportamiento de bostezo de las personas que padecen enfermedades relacionadas con la respiración y la función pulmonar, que es lo que cabría esperar si los bostezos estuvieran relacionados con la respiración.
Esto fue, más o menos, lo que llevó a Gallup a abordar el tema. “Cuando estaba preparando mi tesis de honor, mi asesor de entonces me dijo: ”Bueno, ¿por qué no estudias el bostezo, ya que nadie sabe por qué lo hacemos?“, dice. ”Eso me intrigó: sabíamos que tenía que cumplir alguna función fisiológica subyacente. Así que empecé a examinar el patrón de acción motora que implica: esa apertura prolongada de la mandíbula acompañada de una inhalación profunda de aire, seguida de un cierre rápido de la mandíbula y una exhalación aún más rápida. Y se me ocurrió que probablemente tiene importantes consecuencias circulatorias localizadas en el cráneo“.
De hecho, esto parece ser exactamente lo que ocurre: varias revisiones de la literatura médica sugieren que el bostezo aumenta el suministro de sangre arterial al cráneo y, a continuación, el retorno venoso (la velocidad a la que la sangre fluye desde la cabeza hacia el corazón).
“Podemos pensar en la apertura de la mandíbula como un estiramiento localizado, similar al estiramiento de los músculos en otras zonas del cuerpo”, afirma Gallup. “Del mismo modo que el estiramiento ayuda a la circulación en esas extremidades, los bostezos parecen hacer lo mismo con el cráneo”.
Ayuda a regular el calor
A partir de aquí, Gallup y sus compañeros de investigación comenzaron a desarrollar la idea de que bostezar ayuda a regular el calor dentro y alrededor del cráneo. La temperatura del cerebro viene determinada principalmente por tres variables: la velocidad a la que la sangre arterial llega al cerebro, la temperatura de esa sangre y la producción de calor metabólico que se produce dentro del cerebro, basada en la actividad neuronal.
En teoría, bostezar puede alterar las dos primeras. Cuando bostezas, inhalas profundamente aire que se desplaza por las superficies húmedas de la boca, la lengua y las fosas nasales, un poco como el aire que fluye por el radiador de un coche, llevando el calor a través de la evaporación y la convección.
Los estudios parecen confirmarlo: la temperatura ambiente tiene un efecto bastante predecible en la frecuencia de los bostezos, que aumenta cuando empieza a calentarse bastante el ambiente (cuando hace mucho calor, la temperatura del aire es demasiado alta para que el efecto radiador funcione, por lo que se activan otros mecanismos de enfriamiento, como la sudoración, y los bostezos vuelven a disminuir) y disminuye cuando hace más frío.
Esto también parece explicar por qué ciertas afecciones médicas se asocian con un exceso de bostezos: ya sea por las propias afecciones o por los medicamentos utilizados para tratarlas, que provocan un aumento de la temperatura cerebral o corporal. La explicación de la “actividad neuronal” también se ve respaldada por estudios en animales: los mamíferos y las aves con más neuronas en el cerebro bostezan durante más tiempo, independientemente del tamaño real de su cerebro.
Esto no quiere decir que otras hipótesis hayan quedado totalmente descartadas. La que cuenta con más apoyo por parte de las pruebas es la teoría del “cambio de excitación”: básicamente, que bostezar ayuda al cerebro a pasar de un estado a otro, del sueño a la vigilia, del aburrimiento al estado de alerta, etc. “Una posibilidad es que el bostezo ayude al cerebro a cambiar entre el uso de su ”red por defecto“ —las regiones asociadas con soñar despierto, recordar recuerdos y la autorreflexión— y la red atencional responsable de preparar el cuerpo para la acción”, afirma el historiador de la medicina Dr. Olivier Walusinski, autor de varios artículos sobre el tema. “Un mecanismo propuesto para ello sería que ayuda a la circulación del líquido cefalorraquídeo, el líquido que rodea y amortigua el cerebro y la médula espinal”.
De hecho, podría ser que esta función evolucionara primero, y que el efecto de termorregulación surgiera como un efecto secundario útil: algo de lo que tendremos mejores pruebas a medida que se realicen estudios en una gama más amplia de animales. También podría ser que las dos explicaciones estén directamente relacionadas: estos cambios de estado probablemente significan cambios en la actividad cerebral y la temperatura, lo que implica la necesidad de un mayor flujo sanguíneo y de enfriamiento neural. Esto explicaría por qué bostezas cuando estás aburrido: el nivel de actividad de tu cerebro puede aumentar a medida que empieza a pensar en formas de llevarte a una situación más estimulante, y lo mismo ocurre con sus necesidades circulatorias.
El bostezo contagioso
Pero espera un momento: ¿qué hay del bostezo contagioso? Todos conocemos el fenómeno de que una persona en una habitación, o incluso en una pantalla de televisión, toma una bocanada de aire y todos los demás hacen lo mismo. Algunos investigadores sugieren que este tipo de comportamiento contagioso une a los grupos, tal vez porque es una señal difícil de fingir de somnolencia, aburrimiento o vigilancia, aunque es poco probable que sea el objetivo principal del bostezo, ya que muchos animales solitarios bostezan con regularidad.
“Podría ser que el bostezo contagioso no tenga una función y sea solo un subproducto de mecanismos cognitivos sociales avanzados dentro de especies altamente sociales”, dice Gallup.
Para decirlo de una manera un poco más sencilla, muchos animales, incluidos los humanos, tienen varias formas de mejorar su empatía, entre ellas las “neuronas espejo”, que se activan cuando un individuo realiza una acción y cuando ve a otra persona realizar una acción similar. Por lo tanto, es posible que ver a otra persona bostezar simplemente active las neuronas espejo, lo que nos lleva a bostezar nosotros mismos. Pero el bostezo contagioso también puede desempeñar un papel en la coordinación del grupo a través de mecanismos relacionados con la teoría del cambio de excitación: ayudar a todos los animales del grupo a pasar de un estado de relajación a uno de actividad.
Un estudio de 2021 que probó este efecto en leones descubrió que otros comportamientos pueden ser contagiosos entre los que bostezan, por lo que si un león tumbado bosteza y luego se levanta para dar un paseo, los demás le siguen.
El bostezo contagioso también puede promover la vigilancia del grupo: si un babuino de una manada hace que los demás bostecen, es posible que todos se vuelvan más alerta. Esto también puede funcionar a la inversa, ayudando a regular la excitación antes de dormir.
En otras palabras: bostezar probablemente sea bueno para ti y ayude a que tu cerebro funcione mejor. Ah, y si has estado bostezando ostensiblemente para que un niño de cinco años se duerma, no pares, porque es posible que realmente esté funcionando.
Agencias
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