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Ciencia

¿Por qué vemos una luz al morir?

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La increíble vida del cerebro después de la muerte

 «Cuando el corazón deja de latir, el cerebro —falto de oxígeno y sangre— se apaga». Nadie ponía en duda esta afirmación hasta que recientes estudios muestran que podría ocurrir justo lo contrario: el paro cardiaco provoca una increíble explosión de la actividad cerebral. De confirmarse, explicaría las llamadas ‘experiencias cercanas a la muerte’, como ver una luz al final del túnel, y nos obligaría a revisar el mismo concepto de la vida y la muerte.

Ciudad de México.- Qué ocurre en nuestro cerebro cuando morimos? La pregunta no es nueva, ni mucho menos. Platón cierra La República narrando el mito de Er: un soldado caído en la batalla que revivió en la pira funeraria y contó que su cuerpo había visitado el más allá y regresado de él. Antes que él, Demócrito trató de explicar los relatos de quienes afirmaban haber vuelto de entre los muertos.

Hace unos años apareció un libro escrito en 1740 con el título Anécdotas de medicina: describía el caso de un paciente que quedó inconsciente y vio una luz tan pura que «solo podía ser el paraíso». El relato tiene elementos recurrentes: la luz al final del túnel; sentir que se abandona el cuerpo y observarlo desde arriba; rostros de seres queridos; la vida, que pasa ante sus ojos…

«Hay testimonios de experiencias cercanas a la muerte desde hace milenios. Pero debieron de ser muy raras en la antigüedad y en la época medieval, porque era mucho menos frecuente sobrevivir a lesiones graves o enfermedades. La situación cambió radicalmente a finales del siglo XX», explica Raymond Moody, psiquiatra, licenciado en Filosofía e introductor del término ‘experiencias cercanas a la muerte’, allá por los años setenta. Los avances médicos y la generalización de las técnicas de reanimación cardiopulmonar (RCP) incrementaron drásticamente el número de personas que salvaron la vida en el último instante.

Hoy se estima que entre un 10 y un 20 por ciento de los supervivientes a un paro cardiaco –más allá de su origen cultural y religioso– asegura haber sentido con extrema lucidez y realismo la separación del cuerpo, haber observado los eventos sin dolor o sufrimiento y una evaluación de su propia vida, incluyendo sus acciones, intenciones y pensamientos hacia los otros…

«Pese a la creciente literatura en torno a este tipo de experiencias, me di cuenta de que sabemos muy poco de lo que ocurre en el cerebro al morir», explica a XLSemanal Jimo Borjigin, neuróloga en la Universidad de Míchigan que lleva más de una década investigándolo. En 2013 publicó los resultados de sus experimentos realizados con ratas conectadas a electrodos en el momento del paro cardiaco: el electroencefalograma mostraba una explosión de actividad cerebral que podía extenderse hasta treinta segundos después del último latido.

La actividad neuronal en nuestro cerebro produce unos impulsos en forma de ondas, que son precisamente los que detecta un electroencefalograma. Estas ondas, según su frecuencia, se asocian a distintas actividades y sensaciones: las ondas delta, por ejemplo, son las más lentas y se asocian al sueño o a la meditación. En el otro extremo, las gamma son las más rápidas y se emiten en ráfagas cortas. Se asocian con la conciencia, los llamados ‘sueños lúcidos’ o las alucinaciones. Pero también con el estrés o la ansiedad. O con actividades estimulantes o que requieren un esfuerzo intelectual. Bajo su influjo, el cerebro se muestra hiperactivo…

Y son precisamente las que ha detectado Jimo Borjigin en las ratas de su laboratorio. «En el cien por cien, la actividad gamma era muy prominente: el cerebro parecía estar ardiendo. Estaba convencida de que algo similar tenía que ocurrir con el ser humano. Pero ¿cómo comprobarlo?».

La vida pasa como una película
Es imposible probarlo en personas sanas. Es muy raro que estemos conectados a unos electrodos mientras se produce un infarto o un accidente grave, aunque la casualidad existe. El año pasado se publicaba en la revista Frontiers in Aging Neuroscience un artículo que describía el caso de una paciente de 87 años que había fallecido en el hospital a causa de un paro cardiaco mientras se encontraba en observación tras sufrir un golpe traumático: los datos arrojaron un relativo incremento de la actividad de las ondas gamma.

Dado que «están involucradas en el proceso de la recuperación de recuerdos, resulta intrigante especular que esa actividad podría confirmar un último repaso a su vida por parte de la paciente», afirmaba el texto. Sin embargo, los autores reconocían las limitaciones de su estudio: no podían afirmarlo con total seguridad.

También se muestra cauta Jimo Borjigin ante los resultados de su más reciente investigación, publicada hace unas semanas en Proceedings of the National Academy of Sciences. Ante la dificultad de encontrar casos relativos a personas sanas, se le ocurrió recurrir a las unidades de cuidados intensivos en las que trabajaban sus colegas neurólogos de la Universidad de Míchigan. Reunió los datos de cuatro pacientes comatosos que vivían conectados a un respirador y, al mismo tiempo, estaban sometidos a monitorización electroencefalográfica para alertar si sufrían convulsiones o ataques epilépticos. En todos los casos, ante la falta de esperanza, las familias y el equipo médico habían decidido desconectar la máquina que los mantenía con vida.

«Se trata de un estudio retrospectivo: todos los casos se habían producido antes de nuestra investigación», aclara la neuróloga. Pero permitieron confirmar sus sospechas: en dos de los casos, con el corazón ya detenido, el cerebro mostró una explosión de actividad neuronal en las ondas gamma. ¿Solo en dos de los casos? «Sí, pero no olvidemos que no se trataba de cerebros sanos. Y en cualquier caso es una muestra muy pequeña que nos debe llevar a tomar los datos con cautela».

Asimismo, el equipo de Borjigin observó un incremento de la actividad eléctrica en los lóbulos temporal, parietal y occipital del cerebro, relacionada con la conciencia y que se activa durante el sueño, los ataques epilépticos y las alucinaciones extracorporales.

¿Se trata de experiencias extracorporales ligadas al proceso de muerte? Pronto para decirlo, pero estamos más cerca de la respuesta. Estos estudios están dando los pasos para resolver uno de los mayores misterios en el campo de la neurociencia… y mucho más allá, por supuesto.

Agencias

 

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Ciencia

Qué es lo mejor para la cruda

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Ciudad de México.– Los fines de semana y días previos a una fiesta son muchos los que se acercan a una oficina de farmacia en busca de un preparado, ahora de moda, frente a la temida resaca del día siguiente, que contienen ingredientes como plantas medicinales, vitaminas, y minerales para ayudar en la recuperación post fiesta.
Y es que, actualmente, en una farmacia puedes encontrar varios productos para ayudar a aliviar los síntomas de la resaca. Desde analgésicos, como el ibuprofeno o el ácido acetilsalicílico, hasta soluciones rehidratantes, y complementos alimenticios formulados para contrarrestar los efectos del alcohol.
Para saber un poco hasta qué punto este tipo de productos o soluciones pueden servirnos para nuestra resaca charlamos con Pablo García, un farmacéutico malagueño, que ha publicado ‘El frío no resfría’ de Grijalbo, así como divulgador en redes sociales conocido como ‘@medicadoo’.
Recuerda que una resaca tras un consumo excesivo de alcohol le sucede al 80% de la población al menos un día al año, enumerando sus principales síntomas:
– Malestar general y sensación de mareo.
– Cefalea o dolor de cabeza.
– Náuseas, malestar gastrointestinal y boca seca.
– Hiperexcitabilidad, ansiedad y sudores.
“La intensidad de los mismos dependerá de la cantidad y del tipo de alcohol que se haya bebido; aunque también de si se había comido algo previamente, de si aumentó la actividad física durante el consumo de alcohol, o el hecho de estar en buen o mal estado físico”, remarca.
UNA DE LAS RESPONSABLES DE LA RESACA: LA DESHIDRATACIÓN
A su vez, indica en el libro que la deshidratación es la principal responsable de estos síntomas, ya que provoca sed, cansancio, y dolor de cabeza principalmente: “Cuando ingerimos altos niveles del alcohol se reducen los niveles de vasopresina (una hormona antidiurética), lo que produce un aumento de la micción y la pérdida de agua”.
Igualmente, mantiene que no todos los alcoholes son iguales y que existen unos compuestos llamados ‘congéneres’, que se generan durante la fermentación y añejamiento del alcohol, y que son los responsables del sabor y del aroma, como el acetaldehído, el metanol, o el etilenglicol, que aparecen en las bebidas de color oscuro como el vino o el whisky. “Se sabe que a mayor proporción de estos, mayor es la resaca”, precisa.
LA VITAMINA B NO ES LO MEJOR PARA LA RESACA
Con ello, Pablo García rechaza uno de los principales mitos que ronda sobre las soluciones mágicas para la resaca, remarcando que “ninguna vitamina, ni siquiera del grupo B, te da superpoderes antirresaca, ni mejora la tolerancia al alcohol”.
“No es cierto, no tiene base ninguna. Viene de los protocolos de atención a las personas con comas etílico, o intoxicación aguda de alcohol, y es que entre los múltiples pasos que hay que seguir se incluye la administración de un suero glucosado con vitaminas del grupo B, concretamente la B1 y la B6”, subraya este farmacéutico.
Es más, advierte de que hoy en día hay muchos complementos frente a la resaca y sustancias que se ha investigado para mejorar la resaca, si bien insiste en que “no hay nada concluyente ni milagroso, sino que el único remedio es el consumo moderado de alcohol”.
Sí reconoce que puede venir bien en estos casos la hidratación, beber mucha agua, “pero no hay sustancias milagrosas”.
Agencias

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¿Qué es mejor para reducir el azúcar en sangre?

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Una prueba comparó sentadillas simples con sesiones de caminata de diferente duración para ver cuál reduce los picos de azúcar después de las comidas

Ciudad de México.- Seguro que lo has oído: pasar horas sentado es tan nocivo como fumar un cigarro diario. Muchas personas pasan la jornada encadenadas al escritorio, lo que dispara una serie de problemas de salud como los famosos picos de glucosa tras las comidas. Pero, ¿y si la clave para atajar esas subidas fuera más simple de lo que creemos, y encima pudiera integrarse en la rutina laboral sin sudar ni cambiarse de ropa? Pues la respuesta existe y termina con un debate muy común: ¿Es mejor hacer sentadillas o caminar para este fin?

Si te han dicho que necesitas controlar tus niveles de azúcar en sangre, el ejercicio, combinado con una dieta saludable, es uno de los mejores puntos de partida. Un nuevo estudio ha comparado los beneficios de las sentadillas con los de caminar, y los resultados podrían sorprenderte. Un candidato quizá inesperado. Vamos al grano: hacer tan solo diez sentadillas cada hora podría mejorar drásticamente la salud. Parece demasiado simple pero según los expertos, podría ser uno de los hábitos más poderosos que puedes desarrollar, especialmente si pasas la mayor parte del día sentado. Y no, no es mejor que caminar. Los investigadores contaron con 18 jóvenes a los que sometieron a cuatro pruebas físicas de un solo día que incluyeron estar sentados por un tiempo prolongado, un paseo de media hora, minicaminatas de tres minutos cada cuarenta y cinco minutos o diez sentadillas rápidas en el mismo horario. ¿Resultados? Las sentadillas y las minicaminatas rápidas redujeron drásticamente los picos de azúcar posprandial en un 21 %, en comparación con estar sentados sin parar. Parece que cuando se trata del control de la glucemia, la activación muscular y el ritmo parecen ser más importantes que la cantidad total de pasos o las sesiones de ejercicio prolongadas.

¿Y por qué destacan más las sentadillas?
La clave está en activar los músculos grandes: las sentadillas intensas reclutan cuádriceps y glúteos que es donde se encuentran las mayores reservas de glucógeno del cuerpo. Los investigadores hallaron que una mayor amplitud electromiográfica en estos músculos se traduce en menores subidas de glucosa, ya que cuantas más fibras se contraen, más azúcar extraen de la sangre. Al trabajarlos incluso en breves sesiones durante la jornada, se agotan sus reservas de glucógeno y, al reponerse con la insulina, se atenúan eficazmente los picos de azúcar tras las comidas.

“Solo un aumento de la aEMG -electromiografía de superficie del cuádriceps- en los cuádriceps y los glúteos se asoció con una reducción de la respuesta glucémica posprandial”, señalaron los autores en su trabajo publicado en la revista Scandinavian Journal of Medicine & Science in Sports. Un mayor número de fibras musculares comprimiéndose simultáneamente parece extraer el exceso de azúcar de la circulación; de ahí que dedicar parte del tiempo a movimientos intensos proporcione a los músculos un estímulo periódico sin necesidad de usar ropa deportiva.

Y por supuesto que las caminatas también son positivas (pero solo si son cortas y frecuentes, no largas y exclusivas). Pequeños paseos parecen despertar los músculos de las piernas repetidamente, manteniendo abiertas las vías de eliminación de azúcar durante todo el día, aunque las sentadillas se alzaron como claro ganador. Parece que el cuerpo valora más los esfuerzos frecuentes que un solo esfuerzo titánico, algo que coincide con estudios anteriores donde el movimiento cada hora reducía los picos de colesterol e insulina. Al realizar una sentadilla, activas los glúteos, cuádriceps, pantorrillas, isquiotibiales y la zona central del cuerpo. Añadir sentadillas al entrenamiento puede ayudarnos a mejorar no solo nuestro rendimiento, sino también a reducir el riesgo de lesiones y fortalecer nuestro organismo.

En resumen: haz 10 sentadillas cada 45 minutos y tu cuerpo lo agradecerá. La clave está en romper el sedentarismo con frecuencia y ejercitar los grandes grupos musculares -cuádriceps y glúteos- con suficiente intensidad como para notarlos en acción. Recuerda que 10 sentadillas profundas te pueden llevar aproximadamente 20 segundos y no requieren de ningún equipo. Si pones una alarma para que suene cada 45 minutos, podrás practicarlo hasta en la oficina.

Agencias

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Ciencia

Comer picante protegería el corazón y el cerebro

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Un estudio realizado en Sichuan, China, sugiere que comer alimentos picantes con frecuencia podría reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares y cerebrovasculares

Ciudad de México.- Un estudio realizado en la provincia central china de Sichuan detectó una posible relación entre el consumo habitual de alimentos picantes y una menor incidencia de enfermedades cardiovasculares y cerebrovasculares.

La investigación, publicada recientemente en la revista Chinese Journal of Epidemiology, analizó durante 21 años datos de más de 50,000 habitantes del municipio de Pengzhou, en Sichuan, una provincia de China conocida por su gastronomía rica en chiles.

El equipo de investigación, compuesto por expertos del Colegio Médico de Chengdu, capital provincial, y varios centros de prevención de enfermedades de la región, partió de encuestas iniciadas en 2004 y evaluó factores como la frecuencia de consumo de guindilla, el grado de picante preferido, las formas habituales de consumo y la edad a la que se incorporó el picante de manera regular a la dieta.

Reducción en enfermedades del corazón y el cerebro
Según el estudio, las personas que consumen picante seis o siete veces por semana presentan un 11 % menos de riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares y cerebrovasculares que quienes rara vez lo incluyen en su alimentación.

Los datos sugieren, además, una reducción del 14 % en la probabilidad de padecer cardiopatías isquémicas, un 12 % menos de riesgo de enfermedades cerebrovasculares y un 15 % inferior en el caso de ictus isquémicos.

En cuanto al nivel de picante, quienes prefieren un sabor moderadamente picante tendrían, según el análisis, un 14 % menos de probabilidad de desarrollar estas enfermedades, frente al 9 % de los aficionados al picante intenso y el 7 % de los que optan por sabores suaves.

No obstante, se observó que los beneficios aparecen independientemente de la forma en que se consuma la guindilla, ya sea fresca, seca, en aceite o en salsas.

El estudio coincide con estudios previos en el gigante asiático que destacaban el papel de la capsaicina, compuesto activo del picante, en la dilatación de los vasos sanguíneos y la reducción de la presión arterial.

Los investigadores puntualizaron que no se han identificado aún con certeza los mecanismos detrás de estas asociaciones, en parte por la falta de datos sobre cantidades exactas consumidas, frecuencia diaria o tolerancia individual al picante.

Agencias

 

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