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Ciencia

¿Por qué bostezamos? Seguramente no sea por la razón que crees

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Dado que, literalmente, hemos crecido con ellos, sabemos sorprendentemente poco sobre cómo funcionan nuestros cuerpos

Ciudad de México.- Todos los vertebrados bostezan o realizan un comportamiento que, como mínimo, se puede considerar similar al bostezo. Los babuinos bostezan, pero también lo hacen los orangutanes, que son semisolitarios. Los periquitos, los pingüinos y los cocodrilos bostezan, y probablemente también lo hicieran los primeros peces con mandíbula. Hasta hace relativamente poco, el propósito del bostezo no estaba claro, y sigue siendo objeto de debate entre investigadores y científicos.

Pero esta característica común nos da una pista sobre su verdadero significado, y probablemente no sea lo que esperas. “Cuando hago una encuesta y pregunto: ”¿Por qué crees que bostezamos?“, la mayoría de la gente sugiere que tiene que ver con la respiración y que de alguna manera podría aumentar el oxígeno en la sangre”, dice Andrew Gallup, profesor de biología conductual en la Universidad Johns Hopkins.

“Y eso es intuitivo, porque la mayoría de los bostezos tienen este claro componente respiratorio, esta profunda inhalación de aire. Sin embargo, lo que la mayoría de la gente no sabe es que esa hipótesis se ha comprobado explícitamente y se ha demostrado que es falsa”.

Para comprobar la idea de que bostezamos para introducir más oxígeno o expulsar el exceso de dióxido de carbono, unos estudios publicados en la década de 1980 manipularon los niveles de ambos gases en el aire inhalado por voluntarios, y descubrieron que, aunque los cambios sí afectaban de manera significativa a otros procesos respiratorios, no influían en la regularidad de los bostezos. Tampoco parece haber ninguna diferencia sistemáticamente medible en el comportamiento de bostezo de las personas que padecen enfermedades relacionadas con la respiración y la función pulmonar, que es lo que cabría esperar si los bostezos estuvieran relacionados con la respiración.

Esto fue, más o menos, lo que llevó a Gallup a abordar el tema. “Cuando estaba preparando mi tesis de honor, mi asesor de entonces me dijo: ”Bueno, ¿por qué no estudias el bostezo, ya que nadie sabe por qué lo hacemos?“, dice. ”Eso me intrigó: sabíamos que tenía que cumplir alguna función fisiológica subyacente. Así que empecé a examinar el patrón de acción motora que implica: esa apertura prolongada de la mandíbula acompañada de una inhalación profunda de aire, seguida de un cierre rápido de la mandíbula y una exhalación aún más rápida. Y se me ocurrió que probablemente tiene importantes consecuencias circulatorias localizadas en el cráneo“.

De hecho, esto parece ser exactamente lo que ocurre: varias revisiones de la literatura médica sugieren que el bostezo aumenta el suministro de sangre arterial al cráneo y, a continuación, el retorno venoso (la velocidad a la que la sangre fluye desde la cabeza hacia el corazón).

“Podemos pensar en la apertura de la mandíbula como un estiramiento localizado, similar al estiramiento de los músculos en otras zonas del cuerpo”, afirma Gallup. “Del mismo modo que el estiramiento ayuda a la circulación en esas extremidades, los bostezos parecen hacer lo mismo con el cráneo”.

Ayuda a regular el calor

A partir de aquí, Gallup y sus compañeros de investigación comenzaron a desarrollar la idea de que bostezar ayuda a regular el calor dentro y alrededor del cráneo. La temperatura del cerebro viene determinada principalmente por tres variables: la velocidad a la que la sangre arterial llega al cerebro, la temperatura de esa sangre y la producción de calor metabólico que se produce dentro del cerebro, basada en la actividad neuronal.

En teoría, bostezar puede alterar las dos primeras. Cuando bostezas, inhalas profundamente aire que se desplaza por las superficies húmedas de la boca, la lengua y las fosas nasales, un poco como el aire que fluye por el radiador de un coche, llevando el calor a través de la evaporación y la convección.

Los estudios parecen confirmarlo: la temperatura ambiente tiene un efecto bastante predecible en la frecuencia de los bostezos, que aumenta cuando empieza a calentarse bastante el ambiente (cuando hace mucho calor, la temperatura del aire es demasiado alta para que el efecto radiador funcione, por lo que se activan otros mecanismos de enfriamiento, como la sudoración, y los bostezos vuelven a disminuir) y disminuye cuando hace más frío.

Esto también parece explicar por qué ciertas afecciones médicas se asocian con un exceso de bostezos: ya sea por las propias afecciones o por los medicamentos utilizados para tratarlas, que provocan un aumento de la temperatura cerebral o corporal. La explicación de la “actividad neuronal” también se ve respaldada por estudios en animales: los mamíferos y las aves con más neuronas en el cerebro bostezan durante más tiempo, independientemente del tamaño real de su cerebro.

Esto no quiere decir que otras hipótesis hayan quedado totalmente descartadas. La que cuenta con más apoyo por parte de las pruebas es la teoría del “cambio de excitación”: básicamente, que bostezar ayuda al cerebro a pasar de un estado a otro, del sueño a la vigilia, del aburrimiento al estado de alerta, etc. “Una posibilidad es que el bostezo ayude al cerebro a cambiar entre el uso de su ”red por defecto“ —las regiones asociadas con soñar despierto, recordar recuerdos y la autorreflexión— y la red atencional responsable de preparar el cuerpo para la acción”, afirma el historiador de la medicina Dr. Olivier Walusinski, autor de varios artículos sobre el tema. “Un mecanismo propuesto para ello sería que ayuda a la circulación del líquido cefalorraquídeo, el líquido que rodea y amortigua el cerebro y la médula espinal”.

De hecho, podría ser que esta función evolucionara primero, y que el efecto de termorregulación surgiera como un efecto secundario útil: algo de lo que tendremos mejores pruebas a medida que se realicen estudios en una gama más amplia de animales. También podría ser que las dos explicaciones estén directamente relacionadas: estos cambios de estado probablemente significan cambios en la actividad cerebral y la temperatura, lo que implica la necesidad de un mayor flujo sanguíneo y de enfriamiento neural. Esto explicaría por qué bostezas cuando estás aburrido: el nivel de actividad de tu cerebro puede aumentar a medida que empieza a pensar en formas de llevarte a una situación más estimulante, y lo mismo ocurre con sus necesidades circulatorias.

El bostezo contagioso

Pero espera un momento: ¿qué hay del bostezo contagioso? Todos conocemos el fenómeno de que una persona en una habitación, o incluso en una pantalla de televisión, toma una bocanada de aire y todos los demás hacen lo mismo. Algunos investigadores sugieren que este tipo de comportamiento contagioso une a los grupos, tal vez porque es una señal difícil de fingir de somnolencia, aburrimiento o vigilancia, aunque es poco probable que sea el objetivo principal del bostezo, ya que muchos animales solitarios bostezan con regularidad.

“Podría ser que el bostezo contagioso no tenga una función y sea solo un subproducto de mecanismos cognitivos sociales avanzados dentro de especies altamente sociales”, dice Gallup.

Para decirlo de una manera un poco más sencilla, muchos animales, incluidos los humanos, tienen varias formas de mejorar su empatía, entre ellas las “neuronas espejo”, que se activan cuando un individuo realiza una acción y cuando ve a otra persona realizar una acción similar. Por lo tanto, es posible que ver a otra persona bostezar simplemente active las neuronas espejo, lo que nos lleva a bostezar nosotros mismos. Pero el bostezo contagioso también puede desempeñar un papel en la coordinación del grupo a través de mecanismos relacionados con la teoría del cambio de excitación: ayudar a todos los animales del grupo a pasar de un estado de relajación a uno de actividad.

Un estudio de 2021 que probó este efecto en leones descubrió que otros comportamientos pueden ser contagiosos entre los que bostezan, por lo que si un león tumbado bosteza y luego se levanta para dar un paseo, los demás le siguen.

El bostezo contagioso también puede promover la vigilancia del grupo: si un babuino de una manada hace que los demás bostecen, es posible que todos se vuelvan más alerta. Esto también puede funcionar a la inversa, ayudando a regular la excitación antes de dormir.

En otras palabras: bostezar probablemente sea bueno para ti y ayude a que tu cerebro funcione mejor. Ah, y si has estado bostezando ostensiblemente para que un niño de cinco años se duerma, no pares, porque es posible que realmente esté funcionando.

Agencias

 

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Ciencia

Por qué el olor corporal cambia con la edad

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El sudor es necesario pero cuando es excesivo puede afectar a nuestra vida, y los desodorantes, antitranspirantes y antiodorantes son la tabla de salvación

Ciudad de México.- El sudor cumple dos funciones fundamentales en el cuerpo humano: regula la temperatura y ayuda a eliminar toxinas. Cuando sudamos lo hacemos por todo el cuerpo, pero el sudor de la cara no huele igual que el de las axilas o las partes íntimas, porque las glándulas que lo regulan son diferentes. Mientras que las ecrinas solo tienen agua, las apocrinas tienen agua y sebo, el alimento de las miles de bacterias y microbios que habitan en la piel. El sudor que huele mal es precisamente el que producen las glándulas apocrinas (localizadas en las axilas, el cuero cabelludo o la zona genital) y, según explica la química y divulgadora científica Deborah García, tiene que ver con un desequilibrio en la comunidad de microorganismos que habitan en nuestra piel, es decir, de la microbiota.

¿Qué tiene que ver la microbiota en el sudor?
Hasta hace unos pocos años nadie hablaba de la microbiota, el conjunto de organismos que se encuentran en nuestro organismo. Sin embargo, ahora sabemos que su papel es fundamental para regular muchos aspectos de nuestro cuerpo, incluido el sudor. «La microbiota es el conjunto de microbios (bacterias, virus, arqueas…) que habitan en nuestro organismo y son esenciales para la salud. Es tan importante que estamos formados por mitad células humanas, mitad microbios. Cada ser humano tiene una microbiota diferente, es como una huella dactilar. Todas las personas tenemos un patrón común, pero con múltiples y sutiles diferencias que nos hacen únicos», señala Deborah García. La divulgadora asegura, además, que «la base de la microbiota se establece en el momento de nacer, y va evolucionando a lo largo de la vida».

La microbiota es responsable de que tengamos la piel sensible, dermatitis o de oler de una forma diferente. Según Deborah García, «cuando se produce una alteración en esta comunidad de microorganismos, evolucionando unas especies más que otras, se genera un desequilibrio o disbiosis que aumenta el mal olor del sudor».

El olor corporal va cambiando, por una parte por el efecto de las hormonas (un claro ejemplo es la adolescencia, cuando se produce más sudor y más sebo) y también por la edad, o los cambios en la microbiota.

¿Cómo combatir el olor corporal?
Sudar es necesario (aunque puede llegar a ser una enfermedad, la hiperhidrosis), y el mal olor no es una patología, pero puede afectar a nuestra vida y nuestras relaciones. Por eso todas las civilizaciones, desde los antiguos egipcios, han usado hierbas aromáticas, alumbre o sal para enmascarar el mal olor. Sin embargo no fue hasta 1888 cuando se lanzó el primer desodorante, como lo conocemos hoy en día, un producto que camufla el olor gracias a su composición a base de de perfumes y otras sustancias.

El desodorante se ha convertido en un producto habitual para la higiene diaria de muchas personas. Pero también está rodeado de algunos mitos como el que lo relacionan con los disruptores endrocrinos. «Un disruptor endocrino es una sustancia que es capaz de interferir en nuestro sistema endocrino de dos formas: imitando la actuación de nuestras hormonas o evitando que nuestras hormonas cumplan su función», dice la química Deborah García.

Según la experta, «todas las sustancias son tóxicas en exceso, incluso el agua». Sin embargo, «todas las sustancias que se usan en cosméticos están hiperreguladas y, si hubiera alguna mínima duda de que son nocivas, no se podrían usar. Por lo que, ni las sales de aluminio ni la acumulación de sustancias cosméticas se consideran peligrosas».

Además del desodorante existen otros productos para combatir el olor corporal como el antitranspirante que funciona de forma diferente al desodorante. «Un antitranspirante bloquea la transpiración mediante sales de aluminio u otros compuestos que cierran temporalmente los conductos sudoríparos», señala Deborah García.

Y aún existe un tercer producto, más novedoso, los antiodorantes que, según la experta, «trabajan directamente sobre la causa del mal olor sin impedir que la piel transpire: regulan la microbiota axilar para evitar que las bacterias se reproduzcan en exceso, respetando así el proceso natural de sudoración y manteniendo la piel en equilibrio». Es importante saber que no enmascaran el mal olor, es decir, que hasta que consigan regular el desequilibrio de la microbiota será necesario utilizar, además del antiodorante, un desodorante.

Alfonso Higón, ingeniero experto en dermocosmética y director de los Laboratorios de Cosmética Armonía, asegura que con los antiodorantes «hay que cambiar el concepto de higiene personal, el desodorante se usa a diario, pero este producto no es necesario aplicarlo a diario, su efecto puede durar hasta varios días. Su eficacia y su frecuencia de uso dependen del microbioma de cada persona».

Agencias

 

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Ciencia

Guía exprés de vasos de cerveza: cuál usar y por qué importa

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Un recipiente puede arruinar (o mejorar muchísimo) la cerveza que se va a beber. Estas son las claves para acertar

 

Ciudad de México.- Una caña en vaso de tubo. Una IPA en copa de vino. Una sour servida en un vaso ancho de sidra. Hemos visto de todo y, aunque suene exagerado, el vaso puede arruinar (o mejorar muchísimo) lo que se está a punto de beber.

Porque sí, hay mucha diferencia. No es lo mismo tomar directamente de la lata o de la botella, que servir la cerveza en un vaso adecuado. Cuando la viertes, se liberan los compuestos volátiles, se forma la espuma, se aprecia el color y, sobre todo, entra en juego el olfato, que es responsable de gran parte de lo que consideramos sabor.

Y como cada estilo tiene su historia, su perfil aromático, su nivel de carbonatación y su temperatura ideal, no todos los vasos sirven para todo. Por eso existen formas distintas. Algunas se abren para liberar aromas, otras se cierran para concentrarlos. Algunas mantienen la temperatura, otras potencian la espuma.

Repasamos los diez vasos de cerveza más comunes (y uno extra que deberías tener sí o sí si te gusta catar), cuándo usarlos, y por qué hacen que la cerveza sepa mejor.

1. Jarra de pinta o Stein

De cristal grueso y con asa. No mejora los aromas ni preserva la espuma, pero sí mantiene la temperatura y resiste el trajín de las fiestas. Ideal para lagers alemanas como Helles, Festbier o Märzen. Si la idea es brindar, reír y beber sin complicaciones, va perfecta.

2. Pinta inglesa o Nonic

Clásico de los pubs británicos. El modelo Nonic tiene una curva cerca del borde para que no se astille. Es funcional, apilable, y aunque no resalta aromas, acompaña bien a ales británicas, bitters, porters o stouts.

3. Cáliz o copa belga

Pesada, amplia y con pie corto. Se usa para cervezas belgas potentes como una Westmalle Dubbel o Tripel. Permite tragos amplios y aireación rápida. No es delicada, pues es una copa con carácter. Y eso se nota en el trago.

4. Tulipa y Snifter

Ahora sí hablamos de aroma. La copa tulipa se cierra hacia arriba y ayuda a conservar la espuma. La copa snifter (más baja y redonda) permite girar la cerveza, oxigenarla y redescubrirla. Perfectas para cervezas intensas o envejecidas, como barleywine, imperial stout o sour con barrica.

5. Vaso TEKU, el comodín de los frikis de la cata

Diseñada por expertos y fabricado por Rastal, es la navaja suiza del catador. Estilizada, con pie largo y forma de tulipán, permite sujetarla sin calentar la cerveza, dirige los aromas y forma buena espuma. ¿Saison, IPA, sour, stout? Va bien con casi todo. Si solo vas a tener un recipiente bueno en casa para tomar cerveza, que sea esta copa.

6. Stange

Alto, fino y cilíndrico. Es el vaso tradicional para Kölsch en Colonia (Alemania). Conserva la carbonatación y se sirve en pequeñas dosis para mantener la frescura. También funciona para Pilsner delicadas o Altbier aunque estas tradicionalmente se sirven en unos un poco más bajos y anchos.

7. Vaso Weizen

Grande, curvado y con boca ancha. Perfecto para cervezas de trigo alemanas (Hefeweizen, Dunkelweizen). Mantiene la enorme espuma y realza los aromas a plátano, clavo o vainilla que aporta la levadura. Consejo: no pongas rodaja de naranja. Solo la arruina.

8. Pilsner

Estilizada y elegante, como una flauta ancha. Se diseñó para mostrar el brillo, la burbuja y la nitidez de las Pilsner checas y alemanas. También va bien con bocks rubias o blonde ales.

9. Pinta americana o pint shaker

Vaso recto, apilable y omnipresente. Sirve para cualquier cosa… pero no mejora nada. No retiene espuma ni aromas. Útil para cañas rápidas o pale ales sencillas que se beben en pocos minutos.

10. Copa IPA

Inventada por Dogfish Head y Spiegelau, con base acanalada para agitar la cerveza y realzar el aroma del lúpulo. Cuerpo alargado, parte superior tipo tulipán. Si eres fan de las IPA modernas, este vaso multiplica su intensidad.

¿Y el vaso en forma de bota?

Una rareza divertida, típica de Oktoberfest, que tiene trampa: si no la giras bien, el aire de la puntera lanza un chorro directo a tu camisa. ¿Sirve? No mucho. ¿Hace reír? Sí.

Entonces, ¿realmente importa el vaso?

Sí. Y no solo por aroma o espuma. Importa porque es parte del ritual. Porque conecta con la historia del estilo. Porque cambia la percepción de la cerveza y porque si vamos a darle valor a lo que tomamos, también podemos darle el recipiente que merece.

Si quieres mejorar tu experiencia con una cerveza sin cambiar de marca: cambia el vaso, sírvela bien, presta atención y disfruta porque todo eso también es cerveza.

FUENTE: El País

 

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Por qué tenemos la crisis de los 40, los 50 y los 60

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Ciudad de México.- El proceso de negación del envejecimiento es cada vez más frecuente en nuestra sociedad. En las mujeres suele presentarse más como una búsqueda de la cirugía estética y en los hombres como una búsqueda desesperada de la forma física, haciendo deporte de manera exhaustiva. ¿Cómo evitar ese sufrimiento por envejecer? Con la aceptación del envejecimiento y de sus consecuencias dicen los expertos.
Cuenta el catedrático de Psiquiatría en la Universidad de Zaragoza y del Hospital Universitario Miguel Servet Javier García Campayo en su último libro, ‘Adiós al sufrimiento inútil’ (HarperCollins Ibérica), que nuestros antepasados no tenían crisis psicológicas relacionadas con la edad, como sí las tenemos actualmente, favorecidas en muchos casos por un alargamiento de la esperanza de vida, así como por el desarrollo de las nuevas tecnologías, o el nivel de vida actual.
En el caso concreto de la crisis de los 40, “la más generalizada”, según afirma durante una entrevista con Europa Press Salud Infosalus el también expresidente de la Sociedad Española de Medicina Psicosomática, y la “más fuerte de las tres”, ésta es fruto de nuestras expectativas desarrolladas sobre cómo queríamos que fuera nuestra vida y qué queremos conseguir: “Sobre todo a los 40 uno empieza a darse cuenta de que en la cuarta década de la vida hay cosas que no serán posibles, como el tener hijos, determinados éxitos laborales, algunas relaciones de pareja, y se da por hecho que si no se ha conseguido no se va a lograr a estas alturas”.
Dice que no a todo el mundo le tiene que afectar por igual, y la justifica, primeramente, en esa frustración de que no se han conseguido determinados objetivos a los 40, ni se van a poder conseguir; pero, por otro lado, cree que se encontraría el hecho de que se está envejeciendo, y hay detrás una especie de negación, y de que queremos mantenernos jóvenes y sentirnos jóvenes.

“Hay personas que a los 40 quieren cambiar de vida, deciden cambiar de pareja, y se van con otra 15 o 20 años más jóvenes, o se ponen a hacer deporte impulsivamente, y quizás más en mujeres, se da toda esa corriente de la cirugía estética para empezar a engañar el tiempo”, subraya García Campayo, tal y como hemos mencionado al principio.
“Se junta todo a los 40. Esa frustración por las expectativas no cumplidas y el darse cuenta de que la juventud se está perdiendo. Más o menos nos sucede a todos, aunque el afrontamiento es más variable”, agrega.

LA CRISIS DE LOS 50, ¿LA MÁS DURA?
En el caso de la crisis de los 50, este psiquiatra mantiene que va más ligada al afrontamiento de los cambios que produce la senectud, y a menudo se relaciona más con los aspectos laborales, aunque también se extiende a la aceptación del envejecimiento.
“No es tan generalizada como la crisis de los 40; y la de los 50 si está relacionada con personas que han conseguido muchas cosas, a nivel laboral, lo que querían, ya sea una familia, una determinada posición social. Ahora bien, como formamos parte de una sociedad de consumo, en la que se siente que la felicidad está fuera de nosotros, la persona a los 50 en muchas ocasiones empieza a darse cuenta de que lo tiene todo pero tiene una sensación de insatisfacción”, remarca.
Es por eso, según prosigue, que empieza a desarrollar acciones más vinculadas con aspectos prosociales, y a nivel espiritual. “Se hacen socios o colaboran con fundaciones, o incluso las crean. Se intenta dar un sentido a la vida, una vez se cree que se ha conseguido todo”, agrega García Campayo.
Es más, aquí habla de que la crisis de los 50 suele ser más frecuente en el trabajo, dado que en muchas empresas se considera que a esa edad las personas, sobre todo los cargos de alta responsabilidad, ya no van a ser productivos, y las sustituyen por jóvenes bien preparados, a los que generalmente se les paga menos, cuando se trata de ejecutivos que, en muchas ocasiones, han dado su vida por el trabajo, perjudicando gravemente las relaciones de pareja, la familia, etc.
Igualmente, menciona el experto del Hospital Universitario Miguel Servet de Zaragoza que muchas personas, para compensar el vértigo de la vejez, se vuelcan en el deporte intenso, o buscan esa cirugía estética reparadora de la que hemos hablado ya antes.

LA CRISIS DE LOS 60, MÁS RELACIONADA CON LA ESPIRITUALIDAD
Sobre la crisis de los 60, este catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Zaragoza sostiene que hace más referencia a la espiritualidad, y al legado que dejamos más allá de nuestra vida. Considera que en el periodo cercano a la jubilación, y con gran cantidad de tiempo libre, muchos se preguntan cuál será la huella que dejará en esta vida: “¿Cómo voy a afrontar mi vida si veo que se está acabando? Hay una teoría sobre el miedo a la muerte la teoría del manejo del terror”.
Apunta en este sentido este especialista que el ser humano es el único que sabe que va a morir, desde los 10-12 años, de forma que
desde entonces todo lo que hacemos los seres humanos en nuestro día a día es intentar no pensar en ello. “Cuando nos vamos
haciendo mayores, y con vistas a la jubilación, te enfrentas al hecho de que vas a terminar y de que tu tiempo se acaba. Personas
hacen negaciones y se dedican a otras cosas, a nuevos o viejos ‘hobbies’, y hay una buena parte que en esta década conecta con
temas espirítales”, afirma García Campayo.
Precisamente, hay un término acuñado, la ‘sexalescencia’, y que habla de una crisis de los 40 pero a los 60, “donde se sigue queriendo ser joven y ser muy activo, muy sexual, muy ‘fit'”, algo que aporta “fuerza, energía, y sentido”; básicamente que viven como si siguieran siendo jóvenes, apurando la vida al límite, y rompiendo los prejuicios instaurados por el edadismo.

Pero destaca que otro tema interesante es que a partir de los 50 la curva de la facilidad es mayor que a los 20 o los 30 años, y se sabe que la felicidad está dentro de uno, y no se busca el éxito o las cosas fuera, sino que a esa edad se es más feliz que a los 20-30 años por ese proceso de maduración y de aceptación.
Eso sí, resalta el también expresidente de la Sociedad Española de Medicina Psicosomática que cada individuo es único, y vive estos procesos de diferente forma, de manera que hay personas que los experimentan, mientras que otras pueden llegar a solaparse y acumularse todas las crisis a la vez. “En general, estas crisis tienen que ver con la clara consciencia de la finitud de la vida, de la impermanencia que caracteriza al mundo. Esto nos lleva a preguntarnos por el sentido de la existencia y cómo poder dárselo, siendo una respuesta frecuente la búsqueda espiritual”, apunta.
Este catedrático de Psiquiatría recuerda igualmente que también hay personas en las que en estas fases se da la negación, para no contactar con la angustia vital que puede producir el final de la vida; o fenómenos como la huida hacia adelante, de no afrontamiento de esta realidad, mediante una escapada hacia la búsqueda de la eterna juventud, espejismo que no puede mantenerse en el tiempo”.

Agencias

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